Hoy me apetece escribir unas lineas sobre la radio, y no por nada, simplemente porque me apetece, me apetece hacerla un pequeño homenaje. Que queden mis lineas y mis sentimientos expresados en este rincón para que cualquier persona que llegue aquí pueda leerlo.
Estoy absolutamente enamorado de la radio, no lo puedo evitar. Dicen que el enamoramiento es algo pasajero, que se termina y después queda el amor, pero en mi caso llevo enamorado mucho tiempo, tanto que ni me acuerdo a pesar de ser joven. Y mi idilio con la radio será largo porque no pienso perder ese gusanillo en el estómago cuando escucho algo interesante, ese sentimiento de alegría o tristeza según lo que diga el presentador de turno. Esa sensación de vacío cuando se termina un programa, o alguien se va. Y esa alegría cuando sintonizas un programa nuevo que te engancha.
Todo el mundo conoce esa mítica canción de The Buggles titulada “Video killed the Radio Star” y que se hizo mundialmente famosa a principios de los 80, en ella una vieja gloria de la radio observa como el video acaba con él. Bueno, 30 años después, el vídeo ha dejado de existir y la radio vive una eterna juventud, lozana y fantástica. A mi gustaba esa canción, pero me resultaba triste pensar que algo o alguien podría acabar con aquel instrumento que hacía magia, una caja que hablaba y te hacía sentir tantas cosas.
No hay una fecha concreta, pero todo empezó con la música, y en aquella época de principios de los 80, cuando apenas pasaba los 10 años, los 40 Principales era la referencia musical para mi, José Antonio Abellán, Julián Ruiz o Joaquín Luqui. Escuchar esas canciones que te gustaban y estabas esperando que salieran en la radio para poner el REC en el casette y grabar la canción. Poner los domingos “El Gran Musical” y dejarte enredar por la música del momento.
Y la radio continuaba con los deportes, siempre los deportes. El recuerdo de mi padre en la cama escuchando por la noche siempre a José María García en Supergarcía en la hora cero. Y yo pensando, yo también quiero…pero era tarde y había que madrugar para ir al colegio. Aunque eso terminaba los domingos, cuando toda la liga se celebraba el mismo día a la misma hora y podías poner la radio para escuchar los partidos, sobre todo cuando tu equipo jugaba fuera y no podías ir a verlo. Esos partidos televisados de España en los que apagabas la tele para poder escucharlo a través de la magia de la radio. O cuando Javier Ares te hacia ver el ciclismo a través de las ondas. Siempre los deportes.
Recuerdo perfectamente allá en mis primeros años de Universidad cuando ya eres suficientemente mayor para saber lo que te gustaba y podías escuchar lo que quisieras. Cuando ponía Antena 3 Radio, seguramente la mejor radio que nunca se ha hecho en este país, y por las tardes escuchaba a Miguel Angel García Juez en “Viva la gente de la tarde” escuchando sin perder atención al mitico Luis Carandel, al inconmensurable Carlos Pumares (como no acordarse de Polvo de Estrellas) o a los imprescindibles Alfonso Ortuño o Luis Angel de la Viuda. Con los cascos puestos robando tiempo a los estudios y a los libros o apuntes que había encima de la mesa.
Y así se van unas cadenas de radio, como la sucedió a Antena 3 y llegan otras como Onda Cero, pero algunas siempre quedan, como Radio Nacional o la Cadena Ser o la COPE las de siempre. Recuerdo a mi abuela con su transistor en la cocina escuchando mientras hacía la comida los informativos de la Ser, con esa cortinilla del informativo tan característica que aun resuena perfectamente en mi cabeza.
La radio son programas, y hay alguno que me resulta imprescindible nombrar. “Historias” de Juan José Plans, que empezaba siempre todos los domingos de madrugada de la misma forma “Radio 1 de Radio Nacional de España presenta… HISTORIAS… Historias de terror, de aventuras, de suspense, de ciencia-ficción… Un programa escrito y dirigido por Juan José Plans”. Cuando sonaba la música de comienzo te estremecías pensando que durante esa hora te ibas a transportar a un mundo imaginario y misterioso. Doloroso fue el día que RNE decidió quitar de su parrilla este programa, pero me quedan todas las grabaciones que aun hoy escucho en la oscuridad de dormitorio antes de dormirme.
Los más grandes… Los habrá mejores, más graciosos (aunque lo dudo), los habrá más serios, pero si en la radio hay dos genios esos son Guillermo Fesser y Juan Luis Cano. Han estado a mi lado 20 años, media vida… y Gomaespuma es y será el programa de humor más grande que nadie nunca haya hecho. Hay quien lea esto y se ría porque dirá que exagero, hay quien lo lea y me diga que no tengo razón. Pero me da igual, así es la radio, pasión y con esa pasión escribo. Los momentos que Gomaespuma nos han hecho pasar son irrepetibles, y con eso me quedo. Y me quedo con la esperanza de pensar que algún día volverán, y ese día volveremos a ser felices.
Siguiendo mi recorrido por la radio no me puedo olvidar del programa que más me ha influido en mi vida. La mejor voz que he escuchado, y mira que hay voces… Quizás por su calidez, por la nocturnidad de su emisión, quizás por la bondad y la sabiduría de su dueño. Cuantas veces me ha costado levantarme un lunes por haber estado escuchando La Rosa de los Vientos. Desde Turno de Noche hasta La Rosa siguiendo al capitán Juan Antonio Cebrián. Contento y feliz como una lombriz nos decía siempre, hasta que una noche, justo en el momento en el que, como todas las noches del fin de semana, me disponía a escuchar esa sintonía, que forma parte de la música de mi vida, “Villagers begin building”, una voz anónima nos decía a sus oyentes que nuestro capitán había fallecido. Su inmenso corazón había dejado de latir, ese corazón nos dejaba sin la voz de las madrugadas, sin el contador de historias, sin el navegante de los 32 rumbos de esa Rosa de los Vientos. Nos quedamos huérfanos. Pero su legado sobrevivió, como les pasa a los genios, y su gente, la nuestra, cogió las difíciles riendas de su programa para hacerlo suyo. Y desde aquí doy las gracias a Bruño Cardeñosa, a Silvia Casasola, a Martín Expósito, a Carlos Canales, a Jesús Callejo o a Fernando Rueda, por habernos permitido seguir escuchando nuestro programa de radio favorito, por haber sido tan valientes en esos momentos tan difíciles.
Pero si la radio son programas, sobre todo, y por encima de todo, la radio son voces. Esos hombres y mujeres que no conoces, pero son tan cercanos que son tus amigos. Esas voces que te hacen reir o llorar, que están a tu lado cuando todo va bien y cuando todo va mal. Toda esa gente de la radio. Esas voces que no puedo olvidar, las lejanas que ya he nombrado y las cercanas, las que hoy están conmigo. Las que me acompañan en casa por la noche, en el coche camino del trabajo, las que me dan las noticias, o me entretienen, las que dicen cosas con las que no estoy nada de acuerdo, o con las que me hacen reir. Todas esas voces tienen dueño, y a costa de dejar muchas en el tintero, hay alguna que necesito escribir, porque la vida está llena de momentos, y mi vida está llena de radio, y gracias a Carlos Herrera, a Javier Ares a Luis del Olmo a Gemma Nierga, gracias a Paco Gonzalez, a Carlos Alsina a Julia Otero, gracias a ellos mi vida es más entretenida. Y como doy las gracias a los de allí, también se las doy a los de aquí, a Hugo Lebaniegos, a Walter García, a Claudio Acebo, Cristina Jimeno y tantos y tantos…
Efectivamente el video no mató a la estrella de la radio. Nadie podrá con la Radio, porque mientras haya alguien ahí hablando y haya alguien aquí escuchando siempre habrá radio.
Y como si de un locutor se tratara, haciendo un pequeño homenaje a nuestro líder de las mañanas, me despido como se despediría él: “Nada más. Mañana otra vez. Hasta entonces, locutor de Ustedes, Amparán, Tomás… Adios”
@tomasamparan
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